7.1 ESCALA RICHTER
A veces uno
va por ahí perdiendo todo
Las horas,
la fuerza
El amor por
la patria, la voluntad de vivir.
Y es que a
veces uno va por ahí como antorcha encendida
A punto de
quemarlo todo, lleno de locura
Ternura y
rabia
Corriendo
con paso oscuro y vacilante
Creyendo que
lo sabemos todo
Y no sabemos
nada.
A veces en
este país de soñadores
Que no se
atreven a despertar y vivir
Escuchas a
lo lejos el gemido provocado por los inhumanos
Que laceran
la carne ajena dejando
Cicatrices
en tu alma.
Y el primer
destello del alba
Se rompe con
la agonía de la inocencia
Todas las
noches del mundo subsisten
En el vacío
que dejan los desparecidos
Las muertas
Los niños
del crimen organizado
En el país
del no pasa nada
Aquí no pasa
nada.
Donde el tuerto
es rey
Los que
abren los ojos caminan con miedo
Con un pie
adentro de la viscosa muerte
Y uno no
sabe nada,
Porque uno
debe callar y no saber nada
Porque todo
lo que se dice son órdenes,
Ruegos,
perdones, súplicas, consignas.
Y uno debe
ignorar la mirada de compasión
Alejar la
inocencia y caminar en la selva de
Concreto con
paso temeroso, triste
Vencido por
las instituciones y
La
hipocresía de los que gobiernan.
Y uno marcha
al trabajo día a día
Creciendo la
apatía al dolor ajeno
En el sordo
zumbido de las noticias amarillistas
Entre la
indignación tibia, crecida por el alcohol y las drogas
Detrás de
las redes virtuales y su pueril anonimato.
A veces uno
camina con el corazón atravesado
Por las
espinas de esta patria perdida
Amargada por
el laurel de la derrota:
El ya
merito, el sí se puede.
Madre
Patria, también fuiste hija abandonada
Olvidada por
tu gente, ultrajada por los grandes canallas
PRI, PAN,
PRD o el partido que les venga en gana
Toda esa
punta de malparidos tienen nombre y apellido
Hay que
gritarlo hasta desgarrar la impotencia
Porque la
infamia tiene nombre y apellido.
Pero a veces
Solo a veces
Muchas veces
Uno camina y
se llena del olor a tierra mojada
Tierra que
no ha sido mancillada por el concreto y la avaricia
A veces
alcanzas la intocable bondad de las casa viejas
Y la risa de
los niños intrépidos que gobiernan las calles
Jugando
futbol.
Y saludas a
los amigos
Y besas a
los amantes
Y observas a
la gente sobreviviendo a este infierno
¿En qué país
vive uno?
¿Dónde
impera el silencio y el llanto?
¿Dónde todo
lo que se ama duele?
¿Qué es este
idioma que no entiendo?
¿Qué me
llena de esperanza, rabia, lágrimas y una sonrisa chueca?
Fue
necesaria la caída de los muros, para desnudar las verdades
Fue
necesario el retiemble en sus centros la tierra
Y ver el
árbol deshojado, y las escuelas rotas
Para
encontrar el corazón de nuevo.
Y como ave
fénix
Yo que era
bomba de tiempo
A punto de
incendiarlo todo
Ahora me
quemo en el amor ajeno
En la bondad
de los desconocidos
En las manos
que dan auxilio
Y la dulzura
de mi madre haciendo sopa de fideo.
Entre las
cenizas, escucho a los más jóvenes caminar
Abren los
ojos sin miedo
Porque van
acompañados, y quieren cambiarlo todo
Y no
sollozan su destino
Lo exigen, y
su fortaleza es sangre, sudor y fuego.
Y van
caminando agonizantes de dolor y furia
Mientras
derrumban los castillos del tirano analfabeta
Y no quieren
comprar nada, porque han derretido
Al becerro
dorado del capitalismo
Porque ya lo
tienen todo aunque no se den cuenta
Y ellos
vibran, y el corazón me vuelve a palpitar.
Y yo que he
perdido todo, mis hermanos
Que he vagado
quejumbrosa y amargada
Que no tengo
fe, ni esperanza
Porque la
vida sigue
A pesar de
todo
Por encima
de ellos
A pesar de
ellos
Después del
Armagedón
México,
seguirá siendo México.
Y ahora
entiendo a tus poetas consagrados
Y el éxtasis
de los extranjeros por tu vida
Y sé que
vale la pena hermanos
Levantar un puño porque aun estamos vivos y gritando
un puño arriba mis hermanos.
Qué viva
México, qué viva.
Septiembre, 2017.
Texto desarrollado a partir de Efraín Huerta quien amó profundamente a la Ciudad de México.
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