Sola...



Decidí irme sola
Como cuando decidí ir al cine sola,
Por orgullo
Por necesidad
Porque no había más opciones que quedarse o irse.
Y es la naturaleza del humano irse, irse siempre y venirse a veces. 

El hotel es cómodo: una ventana pequeña, cortinas gruesas, luz ambarina y una alfombra dura y roja bajo los pies. La ducha impecable con toallas rígidas de un blanco resplandeciente. El  espejo me otorga compañía a ratos, mostrando a esa otra mujer que soy, y que se asomaba de vez en vez curiosa por saber mis intenciones. “Qué haces aquí sola?”, pregunta insistente.

Junto a la ventana una mesa pequeña y una silla giratoria me invitaban al juego. A sentarme, encender la computadora y comenzar a escribir. Pero mientras el puntero parpadea sobre la “hoja” blanca, me percato del silencio y  del pequeño sonido que hago al morderme el labio inferior cuando no sé qué escribir.

Abro las cortinas y la ventana, me saco las botas, el pantalón, enciendo por primera vez en meses un cigarro, bebo el agua fría que ofrece el hotel en botellas de plástico. Doy vueltas alrededor de la cama, mientras la otra mujer del espejo se ríe de mí: “no sabes lo que haces”.  Me molesta su tono y trato de ignorarla, me siento sobre la silla y giro observando el techo.

Soy una niña encerrada en la mente de una mujer. Soy tú y tu despedida sin adiós. Soy las horas perdidas frente al televisor. Suena el celular con mensajes triviales. Soy la acumulación de nubes grises a punto de llover. Soy las flores sencillas y la sonrisa de un helado. Soy las malas noticias y un mundo demente que no logro entender pero que amo. Soy, me digo. 
Soy.

Entonces, todo inicia
Me vuelvo mar abierto
Un aguacero  repentino
Soy me repito. 
Y la otra del espejo se esconde bajo la cama.
Me tiene miedo
Soy me digo, y me río.
Y todos los recuerdos se acumulan en la punta de mis dedos.

Comienzo a teclear: "Decidí irme sola..."

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