Combustión


Nada, una lucecita apenas visible, a punto de apagarse. En medio de gente con la cara constipada; y los ojos abiertos pero sin ver nada. Demasiada gente para observar realmente a alguien, ¿qué esperaba?. Abrió su libro como quien abre el corazón, o las piernas. Comenzó a leer...

"Vale más encender una sola y minúscula vela que maldecir la oscurdad". Así que era eso, la ciudad prefería encenderse a sí misma, antes de caer en la penumbra, prenderle fuego a quien fuera necesario, la fricción de un incesante va y ven entre extraños, es quizas el único contacto real que pueden tener en una ciudad tan hermosa y terriblemente solitaria.

Apagó la luz del cuarto de hotel, cerró las cortinas tratando de que los destellos parpadeantes del letrero no entraran. Se recostó sobre la cama ajena que guardaba los fantasmas extraños a su historia. Deseó con toda su alma poder encenderse, calcinarse, prenderser fuego y romper con las reglas, ver la luz cerrando los ojos. En un insospechado orgasmo amarillo y rojo, se envolvió en llamas, iluminó el cuarto. Desapareció.

Cuando llegó el cuerpo de bomberos no supieron a ciencia cierta que habia pasado, de la mujer en el cuarto no quedaba nada, su presencia era apenas latente por el vouches que habia dejado en el lobby y el olor de su perfume en el elevador, de otra manera todo mundo juraría que nunca estuvo ahi.

Comentarios

la MaLquEridA dijo…
Como fantasmas pasamos por la vida sin dejar huella, sin saber si alguna vez pertenecimos a este mundo o si alguien nota nuestra ausencia.



saludos.

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