Entrada 115: La doña silencios y su interminable solo de cello

Cof cof cof... pinche tos mamila. No sirve de nada toser cuando no te callas.
Ojala tuviera la virtud de cerrar la boca cuando comienzo a ser impertinente, pero no, así me voy, de filo, vociferando, con tu cara de hastío clavada en la espalda, la misma espalda a la que solías rezarle, la misma espalda en donde llorabas de placer, en donde te venias sin contratiempos, ni reservas.

Pero de eso ya nada. Aquí estoy con las manos de norte a sur, y la mente de este a oeste, tosiendo, pensado que quizás deba callarme, dejar que me sepulte esta avalancha de palabras que no quieres oír. Que me oculten, que no lleguen nunca a ti, por que no hay motivo, para qué? tan vano como pedir el precio de aquel cello que nunca me enseñe a tocar, y que sin embargo me recuerda tanto a los días en que tu estabas junto a mi, tocándome las cuerdas de este corazón que retumba en un contrabajo continuo. Pero no, yo nunca aprendí música, porque eso era lo tuyo, lo mio era escuchar.

Quizás por eso no dejo de hablar, y lo hago aunque masculle las palabras estando sola, y todos dicen "Miren! la loca que no sabe tocar el cello", entonces hago un silencio, lloro en silencio, sin lágrimas, lloro por mi inútil existencia, y por el montón de palabras que se amontonan en mi boca tratando de salir, y salen salen, como una jauría de perros rabiosos, incontenible, irracional, como este amor que te tengo, la misma cosa.