UN DOMINGO CUALQUIERA


No me gustan los domingos. Generalmente, es día de organizar, lavar, limpiar, ordenar las notas que hay que entregar y agendar correctamente las citas de la semana.


Dije no a las llamadas y mensajes para salir a almorzar y quitarnos la terrible cruda de los tragos de una noche anterior. Me quedé en casa. Comí poco y mal, una cerveza nivelo mi atención y tiré la cajetilla de cigarros. No tenía pensado escribir, ya que considero que los días en cruda son sagrados y disfrutables apenas con una bolsa de papas cocidas con chile de aceite, manjar exclusivo de esta zona michoacana. Así que revisé unos escritos, lavé mi ropa, pedí mis papas (poca sal mucho limón una de aceite y una del verde); y me dispuse a ver un maratón de una serie que mi madre siempre me platica pero que yo nunca veo. El destino se opone a que vea ese dramón gringo; ya que dos programas, en teoría opuestos llamaron mi atención antes.


“Somos amigos por siempre amigos, amigos de verdad”


La herencia de los timbirichos, me fue inevitable al convivir mucho con la hermana menor de mi madre, quien solo me llevaba 15 años y que por ende me contagiaba de las poperas letras y pelos erizados con laca.


Transmitido por Televisa y conducido por una mujer de proporciones “siliconeadas” Buscando a Timbiriche, la nueva banda como su nombre lo dice, es un concurso en donde 30 púberes de mediano buen ver y dudoso talento, se adiestraran en todas las posibles artes del “hartista prefabricado para hacer vibrar de nuevo a la multitud sedienta de ídolos. Pero no entendí la mecánica del dichoso concurso, y creo que los ya maduritos miembros originales de la banda tampoco, además no estaba la chica dorada. Lo único claro, era la falta de organización del programa, las lolitas poco talentosas, los ataques epilépticos de los chamacos al realizar las coreografías… y que estaré saturada de otro RBD por un rato mas. Me reí un rato y los dejé por la paz.



“…Here we are now entertain us…”


Tenía catorce, me había salado la clase de lingüística. Llegué a casa de mi amiga Olga, pues no estaba su familia, prendí la televisión sintonizando el tan en boga MTV Latino, sólo programaban videos de Nirvana. Mi amiga decía que Kurt era un papacito, yo afirmaba que Eddie Vedder tenía mejor voz.


De repente salio un tipo de acento argentino, explicaba que el vocal de la banda se había suicidado dándose un extraño escopetazo en la cabeza. Nos quedamos calladas.


Las Últimas 48 Horas de Kurt Cobain, trata por todos los medios de buscar una explicación a un hecho contundente y según los allegados del vocalista, hasta inevitable. Se hacen teorías sobre dilers asesinos, esposa ambiciosa, se entrevista a su abuelo, a su novia de la secundaria, a la gente que aun sigue estancada en Aberdeen, su ciudad natal, y todos sabemos que quien tiene la respuesta no contestará. Que si vio una película, tomó un postre, se pincho heroína, y un interminable etcétera eso no cambia nada. Finalmente Nirvana era una banda muy irregular, no muy diferente a lo que fue Timbiriche. Pero igual de emblemática a fuerza de los mass media.


Mis sentimientos ante ambas transmisiones iban de la indignación a la nostalgia “cursilera” (por no decir culera). La rentabilidad de ésta no tiene limites y si muchas ganancias. Ni modo ya caí en ese casillero, cómo difícilmente me venden algo nuevo, me rentará mis felices recuerdos… que poca madre.



Nota al margen: IX y X el álbum doble de Timbiriche, fue el primer acetato que me compré con los domingos que junté a los 10 años. Nevermind fue el segundo CD adquirido para mi colección y es uno de los pocos que no está rayado. Hio! Si la neta soy harto rara… que les sea leve.



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