Mentira

I
Pretendes leer sobre la ventana, e ignorar que él se desnuda frente a ti. Te causa gracia verlo lleno de deseo, de ganas de no-hablar, de ganas de “nada”. Entonces todo se vuelve una deliciosa rutina, reconozco tus modos, y los mapas que dibujas sobre lo que alguna vez fui, y de mi, de ella, solo quedan cenizas.


II
Las despedidas de la carne también duelen. Y es que tu cuerpo se acostumbra inevitablemente a los espacios de otro, y tus espacios se llenan imperfecta y religiosamente con él: la palma de mano, tu boca, tu sonrisa vertical y ese punto en donde (si es que existe) Dios te señaló.

Por eso, las despedidas de la cama duelen. Por eso te aprietas junto a él para que su olor te invada cada poro, como ambos han invadido este punto de espacio-tiempo por eso metes en tu bolso, la colilla de cigarro, los rayos de luz de los autos pasando, el zumbido del letrero que dice HOTEL, y los besos sobre las cicatrices de ambos.



III
Caminas sigilosa hacia el baño para no sentirte observada, mientras lo dejas con su sueño y su respiración tranquila sobre la cama. Cierras la puerta, y abres los ojos que gotean fuertemente compitiendo con la regadera. Te muerdes los labios y te das cuenta de que te has enamorado. Y sabes que ese amor no es tuyo sino que ha nacido de y para él Y que tú y tu pitero corazón se pueden ir al carajo después de que él despierte.
Las despedidas de la cama duelen, cuando uno de los dos no sabe que es el final… y ríen como tontos enamorados